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Edición | www.fibromialgia.nom.es 8-04-2011
Rafael Belenguer a, Antoni Sisó b y Manuel Ramos-Casals c
aUnidad de Fibromialgia. Hospital 9 de Octubre. Valencia. España.
bCentro de Atención Primaria Les Corts. GESCLINIC. Hospital Clínic. Barcelona. España.
cServicio de Enfermedades Autoinmunes. IDIBAPS. Hospital Clínic. Barcelona. España.
Trabajo realizado con el apoyo de la Fundació La Marató de TV3 (proyecto 071810).
La fibromialgia (FM) es un problema de salud grave, dada su elevada prevalencia y morbilidad, que produce un consumo elevado de recursos sanitarios1. En 1992, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció la FM como enfermedad, y la tipificó en el manual de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) con el código M79.02. Se caracteriza por un estado doloroso crónico, generalizado, no articular, con afectación predominante de los músculos y raquis, y que presenta una hipersensibilidad exagerada en múltiples puntos predefinidos (tender points), sin alteraciones orgánicas demostrables3.
Afecta principalmente a las mujeres (80-90%), y se considera que es el diagnóstico más frecuente en las mujeres de 20-55 años de edad que refieren dolor musculoesquelético4.
Según los diferentes estudios, la prevalencia de la FM se ha estimado entre un 2 y un 3% de la población general5,6. La edad media al diagnóstico depende de la población estudiada, y con mayor frecuencia se sitúa entre los 30 y los 60 años5,6. En la población general española, se ha observado una prevalencia de la enfermedad del 2,73%, y es de un 4,2% para el sexo femenino y de 0,2% para el masculino7. Por tanto, se podría estimar una cifra de 1.200.000-
1.900.000 mujeres afectadas en el ámbito nacional.
La ausencia de enfermedad orgánica específica demostrable, la carencia de una prueba diagnóstica confirmatoria objetiva, la asociación frecuente con problemas psicopatológicos y el gran impacto en los recursos sanitarios provocan que la FM se considere como un proceso de tratamiento complejo y, en ocasiones, conflictivo. Y es que la gran heterogeneidad en la expresión clínica de la FM, junto con la falta de instrumentos estandarizados para ordenar y clasificar los distintos síntomas y las presentaciones clínicas, contribuye aún más al desasosiego, y en ocasiones impotencia, que surge al atender a los pacientes.
Disponer de una clasificación de la FM puede permitir a identificar a los subgrupos de pacientes de características más
homogéneas, candidatos por tanto a recibir unas pautas diagnósticas y terapéuticas más individualizadas.
¿Cómo se diagnostica la fibromialgia?
Para diferenciar la FM de otros síndromes con sintomatología parecida, el American College of Rheumatology (ACR) auspició en 1990 un estudio multicéntrico para lograr unificar y homogeneizar unos criterios clasificatorios, que en la práctica clínica se han aceptado internacionalmente como criterios diagnósticos8.
Con estos criterios, el diagnóstico de FM es válido con independencia de otros diagnósticos asociados8. Los criterios
permiten identificar la FM con una sensibilidad del 88% y una especificidad del 81% (fig. 1).
La gran heterogeneidad en la expresión clínica de la FM suele provocar, en la práctica diaria, una importante sensación de impotencia debido a la falta de indicaciones clínicas y terapéuticas
claras a seguir ante cada paciente. Cada vez son más los autores que consideran la FM como un síndrome somático funcional9 junto a otros procesos similares, como el síndrome de fatiga crónica o el del intestino irritable (con los que, por cierto, comparten una gran cantidad de manifestaciones y alteraciones psicopatológicas). Los estudios respecto a la definición de subgrupos de pacientes con FM con un determinado perfil son muy limitados10,11, y no suelen estar acompañados de pautas distintas de actuación en función del subgrupo. La clasificación que proponemos incluye los principales procesos y situaciones clínicas que puede presentar el paciente con FM recogidos en varios estudios anteriores12-15 (tabla I).
Clasificación de la fibromialgia
Fibromialgia tipo I
Este subgrupo, denominado por Müller et al13 como “FM con sensibilidad extrema al dolor no asociada a procesos psiquiátricos”, lo identificaron Giesecke et al12 en 2003 gracias a un exhaustivo análisis psicopatológico realizado en 97 pacientescon FM, centrado en la evaluación de 3 aspectos: a) estado deánimo (evaluado con los cuestionarios CES-D y STPI); b) áreacognitiva (evaluado con algunas de las subescalas del cuestionario CSQ), y c) hiperalgesia (analizado mediante dolorímetroy metodología MRS). Los autores identificaron a un pequeñogrupo de pacientes (un 16%, todos mujeres) que presentabanun perfil psicopatológico diferencial, caracterizado por valores normales de estado de ánimo, valores muy bajos de catastrofización y un elevado grado de control percibido sobre el dolor en el cuestionario CSQ, a pesar de lo que mostraban una extrema hiperalgesia en las pruebas de dolor provocado.
En este subgrupo de pacientes no se identifican procesos sistémicos o locales asociados, ni enfermedades psiquiátricas,
y, por tanto, se desconoce por completo la etiopatogenia del proceso. Algunos estudios13 indican una posible existencia de alteraciones inmunológicas locales, quizá relacionadas con las terminaciones nerviosas, que entra en el campo de la neuroinmunología.
Las hipótesis más recientes sobre la etiopatogenia del dolor crónico indican un papel clave de la inmunidad innata
del sistema nervioso central en la fase de inducción consciente de la hipersensibilidad, con la implicación entre otros de los receptores tipo Toll de la microglía16.
Este subgrupo de pacientes requiere un enfoque terapéutico distinto al de la gran mayoría de pacientes con FM. Algunos
autores12,13 indican para este subgrupo un beneficio mayor del tratamiento farmacológico centrado en el síntoma principal, especialmente fármacos antidepresivos con propiedades analgésicas, o incluso analgésicos puros (simples o en combinación).
La coordinación asistencial por medio de protocolos diagnósticos, y especialmente terapéuticos, entre los médicos de familia y las unidades especializadas en el tratamiento del dolor crónico (allí donde existan) es un elemento fundamental para el control de síntomas en estos pacientes. La falta de enfermedad psiquiátrica elimina per se la utilidad de tratamientos psicológicos o el uso de psicofármacos.
Fibromialgia tipo II
En este subgrupo, la principal hipótesis etiopatogénica sería la aparición de la FM como consecuencia de una enfermedad de base de carácter crónico. A pesar de que se han descrito casos de FM en pacientes con enfermedades crónicas de casi cualquier etiología (degenerativa, autoinmunitaria, endocrinológica, infecciosa o neoplásica), no cabe duda que la gran mayoría de casos se diagnostican en pacientes con enfermedades crónicas que cursan con disfunción y, sobre todo, con dolor diario (en mayor o menor grado). La mayoría de estas enfermedades pueden encuadrarse dentro de los ámbitos reumatólogico y autoinmunitario, y pueden ser de carácter sistémico o regional.
Asociada a enfermedades reumatológicas/autoinmunitarias (subtipo IIa) No cabe duda de que el primer criterio clasificatorio de la FM propuesto por el ACR (historia de dolor difuso, generalizado crónico, presente durante más de 3 meses de duración) lo cumple un porcentaje notable de los pacientes con las enfermedades reumatológicas y autoinmunitarias sistémicas más frecuentes, desde la artritis reumatoide (AR) y las espondiloartropatías
inflamatorias, hasta las autoinmunitarias sistémicas, como el lupus eritematoso sistémico (LES), las miopatías inflamatorias y, especialmente, el síndrome de Sjögren (SS).
La presencia de FM en pacientes diagnosticados de estas enfermedades es variable (tabla II). Es importante destacar el
perfil epidemiológico de estos pacientes, ya que las mayores frecuencias de FM asociada se observan en las enfermedades con un perfil epidemiológico idéntico al de la FM, como son la AR y el SS (mujeres de mediana edad).
Para una clasificación adecuada de estos pacientes, el primer paso es asegurar, por parte del especialista correspondiente, el cumplimiento riguroso de los criterios clasificatorios vigentes para las respectivas enfermedades reumatológicas y autoinmunitarias, con el fin de poder diferenciarlos con claridad de los pacientes con FM tipo III que pueden presentar, dentro del espectro clínico de la enfermedad, manifestaciones reumatológicas o autoinmunitarias aisladas.
El segundo paso importante en la clasificación de estos pacientes es una evaluación psicopatológica adecuada. El estudio
de Blasco Claros et al14 ha permitido definir 2 perfiles psicopatológicos perfectamente diferenciados en el paciente con FM, mediante el uso del Inventario de Personalidad Multifásico de Minnesotta (MMPI del inglés Minnesota Multiphasic Personality Inventory), uno de los instrumentos más utilizados en la evaluación psicológica del dolor crónico. Los perfiles que se obtienen mediante este cuestionario permiten, por ejemplo, diferenciar entre casos de dolor orgánico y dolor psicógeno, evaluar el grado de discapacidad en estos individuos o predecir resultados en los tratamientos.
Desde un punto de vista de actuación terapéutica, el principal esfuerzo debe estar encaminado a controlar los principales
síntomas de la enfermedad de base, que puede ser la inflamación articular en los pacientes con AR, espondilitis y LES, la
inflamación muscular (miopatías) u otros síntomas, tanto generales como locales (como la sequedad en el SS). En todos
estos pacientes, suele ser muy común el cansancio crónico y los dolores generalizados articulares y musculares, manifestacionesque suelen responder de forma positiva al uso de antipalúdicos,como la hidroxiclorocina. En los brotes agudos deestas enfermedades, resulta inevitable para su control el usode corticoides y, en los casos más graves, inmunodepresores, e incluso tratamientos biológicos. El objetivo siempre debe ser tener controlada al máximo la enfermedad reumatológica o autoinmunitaria de base, un hecho que nos ayudará en gran medida a separar los síntomas de su enfermedad de base de los derivados del problema psicopatológico secundario.
Por supuesto, siempre debe tenerse en cuenta la aparición casi invariable de alteraciones psicopatológicas en todo paciente con una enfermedad incurable de evolución crónica. Una valoración psicopatológica adecuada deberá confirmar en estos pacientes que los síntomas son reactivos a la existencia del procesode base, y que la sintomatología psiquiátrica que presentanse considera como reactiva o adaptativa a las dificultades que supone experimentar de forma diaria los síntomas de su enfermedad de base.
Asociada a enfermedades crónicas locorregionales (subtipo IIb)
Se ha descrito la existencia de FM en pacientes con procesos locorregionales de evolución crónica, de los que destacan las alteraciones estructurales mecánicas o degenerativas extensasdel raquis (lumbalgia crónica) y las enfermedades metabólicas óseas, como la osteoporosis y la osteomalacia. En estos pacientes pueden aplicarse las mismas recomendaciones que en el grupo anterior, centrando todos los esfuerzos en controlar losprincipales síntomas de su enfermedad de base.
Fibromialgia tipo III
La FM en estos pacientes se considera una manifestación somáticade un proceso psicopatológico subyacente, tanto de tipoafectivo, como de personalidad14, en la que el dolor sería el medioa través del cual los pacientes canalizarían todo su malestarpsicológico subyacente. En su estudio de 2003, Giesecke et al12indicaron la existencia de pacientes con FM con una alteracióngrave en la esfera psicopatológica, al identificar a un subgrupode pacientes con valores muy alterados en el estudio del dominiopsicosocial (índices muy elevados en el análisis de síntomasdepresivos, mediante el cuestionario CES-D, y de ansiedad,mediante el cuestionario STPI) y una disociación significativaen el estudio del dominio cognitivo mediante el cuestionarioCSQ (altos valores en la subescala de catastrofización y valores muy bajos en la escala sobre autocontrol del dolor).
El aspecto clave en la clasificación de estos pacientes es intentar llegar a un diagnóstico de alteración psicopatológica
previa al diagnóstico de la FM. En este subgrupo de pacientes, resulta crucial la contribución del psiquiatra, que debe
evaluar con detalle los aspectos psicopatológicos y sociales que influyen en el estado de salud del paciente, por medio de
cuestionarios autoaplicados como el Symptom Checklist (SCL-90R), el Illness Behavior Questionnaire (IQB), el Chronic Illness Problem Inventory (CIPI), el MMPI o el Beck Depresión Inventory (BDI). Según Blasco Claros et al14, los pacientes con FM presentan más desajustes a nivel psicológico, un perfil alque denominaron perfil psicopatológico B (perfil DP según elMMPI-2). En conclusión, las pacientes que se engloban dentro de este grupo se caracterizan por tener un desajuste generalmayor, sentimientos de inmadurez personal y estrés subjetivo,respecto al grupo A.
En este subgrupo de pacientes, predomina la alteración psicopatológica,con valores elevados de distrés psicopatológico,
lo que hace aconsejable la atención compartida entre médicode familia y psicólogos y psiquiatras, por medio de la utilizaciónde técnicas conductuales y del uso de fármacos, como antidepresivos,inhibidores selectivos de recaptación de la serotoninay otros psicofármacos. El tratamiento exclusivamente psicoterapéuticode este subgrupo de pacientes nunca debe estar sólocentrado en los síntomas físicos (principalmente el dolor), sinosobre todo en tratar la enfermedad psiquiátrica subyacente,por lo que se aconseja que principalmente se aborde su enfermedad desde el ámbito de la salud mental14.
Fibromialgia tipo IV
Los criterios clasificatorios de 1990 incluyen un criterio subjetivo (referir dolor crónico) y otro fácilmente simulable (dolor a la presión en los puntos gatillo) (fig. 2). El enorme impacto mediático y social de la FM ha originado un aumento exponencial de las consultas que reciben especialmente los médicos de atención primaria y los reumatólogos, por parte de pacientes que refieren un cuadro clínico compatible con una FM. Una parte de estos pacientes (en nuestra experiencia de una unidad especializada en FM, el porcentaje es del 10%) simulan tener una enfermedad
cuyas características son fácilmente conocidas a través de internet y que no tiene una prueba o grupo de pruebas objetivo que permitan un diagnóstico de certeza. No hay ninguna pautaprotocolizada para identificar a estos pacientes. El protocolo deestudio de nuestra unidad de FM que solemos aplicar en ámbitos periciales incluye 4 pruebas objetivas de evaluación (tabla III), de las que se disponen mediciones objetivas esperables, tanto enla población general, como en pacientes con FM. La obtención de valores extremos en cada una de estas pruebas identifica con
facilidad al paciente “simulador”. El objetivo principal de estesubgrupo de pacientes suele ser obtener una baja laboral permanente, y suele ser casi patognomónico que, una vez conseguida,dejen de acudir a las visitas.
Conclusiones
Una aproximación diagnóstica y terapéutica óptima en el paciente con FM debe incluir el máximo grado de individualización,de acuerdo a las características específicas de cada paciente.
En la práctica diaria, suele aplicarse todo lo contrario, y se indican los mismos tratamientos o abordajes a todo paciente
con FM. La clasificación de los pacientes con FM en subgrupos más homogéneos permite una individualización mayor del tratamiento,lo que augura un éxito terapéutico mayor.
Para poder clasificar correctamente a un paciente con FM,recomendamos una evaluación diagnóstica individualizada por
parte de diversos especialistas (aproximación diagnóstica multidisciplinaria)(fig. 3). En primer lugar, debe confirmarse el
diagnóstico de la FM (médico de familia y/o reumatólogo), para a continuación evaluar la existencia de posibles enfermedades sistémicas asociadas (médico de familia/reumatólogo/especialista en enfermedades sistémicas) o de procesos crónicos locales (médico de familia/reumatólogo/traumatólogo) y, finalmente, realizar un diagnóstico preciso sobre los procesos/enfermedades de base psicopatológica (psicólogo/psiquiatra).
La obtención de un diagnóstico claro en cada una de estas 4 áreas, así como el análisis en la relación temporal de la aparición de los distintos síntomas o procesos, permitirá la inclusión de cada paciente en cada uno de los distintos subgrupos clasificatorios.
(...) Bibliografía