Después de una noche de largo y reparador descanso de una hora... despierto con una rigidez digna de una estatua de plomo, junto con su amada acompañante, Dolores.
Desperezándome cuál gato de escayola, mis pestañas aletean lentamente hasta vislumbrar un atisbo del día que iba a empezar. Un puñal luminoso atajó cualquier intento de abrir mis ojos al Mundo Exterior, allí donde la gente se mueve libre y constante con una fuerza que antaño tuve. ¿Quién osó clavarme ese puñal de luz? Era Migraña, La Traidora, que con malvada alevosía aparecía en mi vida con pérfida intención.
La luz de la mañana era su cómplice y yo, en mi ingenua previsión, había dejado entrar por el resquicio de una ventana mal cerrada, traicionada por Hipnos, al retirarme a mis aposentos.
Finalmente lo habéis conseguido, ¡trío pérfido! Rigidez, Dolores y Migraña ¡sois lo peor de mi existencia!
Pero no me venceréis aún... Por ahora, al menos. Aunque me rindo ante tamaño ataque y mis pestañas fuertemente cedan y, con fuerza demoledora, cierran mis ojos a la espera de clemencia y tiempos mejores. Tal vez el dios Cronos y Morfeo puedan aplacar ese ataque. Tal vez deba ceder a la alquimia y probar el brebaje mágico Acetilsalicílico e intentar, más tarde, volver al Mundo Exterior... ese gran desconocido tras lustros de mi existencia terrenal.
Mis párpados cerrados van a esperar ese tiempo mejor. Tal vez con renovadas fuerzas e ilusa esperanza, horas después, pueda acceder al Mundo Exterior.
Y con esa esperanza, finalmente, Morfeo me premió luchando contra el pérfido trío Rigidez, Dolor y Migraña con su beso ensoñador. Cronos se apremió a ayudar y, en sus pequeñas manos quedé protegida.
Gracias, Dioses.
Desperezándome cuál gato de escayola, mis pestañas aletean lentamente hasta vislumbrar un atisbo del día que iba a empezar. Un puñal luminoso atajó cualquier intento de abrir mis ojos al Mundo Exterior, allí donde la gente se mueve libre y constante con una fuerza que antaño tuve. ¿Quién osó clavarme ese puñal de luz? Era Migraña, La Traidora, que con malvada alevosía aparecía en mi vida con pérfida intención.
La luz de la mañana era su cómplice y yo, en mi ingenua previsión, había dejado entrar por el resquicio de una ventana mal cerrada, traicionada por Hipnos, al retirarme a mis aposentos.
Finalmente lo habéis conseguido, ¡trío pérfido! Rigidez, Dolores y Migraña ¡sois lo peor de mi existencia!
Pero no me venceréis aún... Por ahora, al menos. Aunque me rindo ante tamaño ataque y mis pestañas fuertemente cedan y, con fuerza demoledora, cierran mis ojos a la espera de clemencia y tiempos mejores. Tal vez el dios Cronos y Morfeo puedan aplacar ese ataque. Tal vez deba ceder a la alquimia y probar el brebaje mágico Acetilsalicílico e intentar, más tarde, volver al Mundo Exterior... ese gran desconocido tras lustros de mi existencia terrenal.
Mis párpados cerrados van a esperar ese tiempo mejor. Tal vez con renovadas fuerzas e ilusa esperanza, horas después, pueda acceder al Mundo Exterior.
Y con esa esperanza, finalmente, Morfeo me premió luchando contra el pérfido trío Rigidez, Dolor y Migraña con su beso ensoñador. Cronos se apremió a ayudar y, en sus pequeñas manos quedé protegida.
Gracias, Dioses.